Porque Begoña me lo pidió: Tim Ferriss y por qué los geeks tienen la culpa de todo.

Esta chica tan guapa es Begoña Martínez. Pincha en el enlace para saber más acerca de en qué trabaja y por qué tienes que llamarla si necesitas traducir algo, garrulo/a:

Begoña o @Minibego, según donde preguntes.

El caso es que esta chica y yo, que nos conocemos – poco – por una amiga común, tenemos aficiones literarias similares, y los dos estamos en Goodreads, que es un sitio muy majo para compartir qué libros te gustan, obtener recomendaciones sobre libros, y cosas así. Es, de hecho, la única red social que a día de hoy no me produce orquitis a los 15 minutos de estar en ella, ni me da gana de guantear a mis amigos en ella.

Begoña leyó un libro de un gurú de esto del lifehacking llamado Tim Ferriss, y lo odió. Yo he leído ese libro y le he dado 5 estrellas. El libro es este, para que decidas si lo quieres o no. Como digo, ella lo odió, y expuso sus razones en esta review que escribió. Como lo que escribe está bien escrito, tuvimos una interesante discusión, que podéis leer en los comentarios. De esa discusión surgió una apuesta  sobre quién convertiría esta conversación en un post de blog en español, porque la discusión estaba en inglés – no me preguntéis por qué, no lo sé – y los idiomas son el punto fuerte del español medio. Ella ganó, y decidió que lo hiciera yo, y como soy un listo, además de poner (resumida) la conversación en la lengua de Cervantes, voy a añadir mis opiniones sobre ello. Así que, como vamos a hablar de libros, poneros vuestro batín de leer, encended vuestra pipa y poned algo de música preciosa, como esta pieza o esta otra de la BSO de Braid. ¿No sabes lo que es Braid? No quiero hablar contigo.

Begoña: Odié este libro, principalmente porque vende como ciencia el sesgado, estadísticamente insignificante y pobremente diseñado experimento vital de este tipo. Es menos entretenido que un accidente de coche, pero tiene algo del morboso interés acerca del daño que puede causar a la sociedad. Por no mencionar la part sobre el sexo, que es patética en su definición, alcance y resultados deseados. Por suerte, las mujeres con más criterio esa parte le marcará como un amante inepto. Leí la primera parte del libro, lo dejé un año, y luego he leído el resto en diagonal: nada llama mi atención. No más Ferriss para mi, jamás.

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Ramón Pérez   Incluso estando en desacuerdo contigo sobre la utilidad de sus libros (algunas de sus ideas en este libro y en La Semana Laboral de 4 horas son muy sólidas), entiendo totalmente cómo a muchas personas el tono de est tipo le puede parecer repulsivo. Especialmente a una mujer.Además, es 100% predecible en la manera de escribir cada capítulo, con una estructura repetitiva que no tiene alma y parece totalmente ensayada para producir el máximo efecto, y que a veces consigue aburrirme a muerte.De hecho, este tío es una de las razones por las que odio tanto a los geeks, y encuentro realmente preocupante la prevalencia que están ganando como modelos sociales, especialmente por el daño que pueden causar a la sociedad. Pero eso es tema para otra discusión. Dios, cómo odio a los putos frikis.

Yo compraré y leeré su próximo libro, pero puedo entender cómo alguien puede odiarle a muerte. Gran review.

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Begoña   Estamos de acuerdo en la solidez de alguna de sus ideas, pero para mi el ratio ideas/chorradas es demasiado bajo. Nuestro concepto de éxito no podría ser más diferente. Para Ferriss, parecer atractivo es más importante que no ser un capullo. Dos claves:
—En La Semana Laboral de 4 horas, la buena idea es: enfócate en lo clave, externaliza el resto, vive con menos, y disfruta. No te dice: Si eres lo bastante listo para hacer esto, no necesitas este libro. Si no lo eres, fallarás. El espíritu del libro, con el que estoy en profundo desacuerdo: tener un proceso (completamente externalizado, desconectado, haciendo dinero para ti) NO es lo mismo que crear una buena empresa (un enfoque original sobre un problema, resuelto con un cierto estilo, que genera dinero).
—En este libro, la buena idea es: puedes mejorar tu vida dramáticamete si prestas atención a esto – gana músculo y pierde grasa, y lo demás viene seguido. Pero pasa por encima de todo y de todos (la encantadora gente en la clínica de Nicaragua a las 3 AM) para tener mejor aspecto, incluyendo pasar por encima de sí mismo o de su pareja.
Es un desecho social.
No se preocupa de ser un buen acompañante en un restaurante: está demasiado ocupado comprobando su medidor de glucosa. Alguien debería darle un idiotómetro. ¿Me estoy portando como una idiota ahora? ¿Dónde está el sabor? ¿Dónde el comer comida sana como una actividad social compartida? En ninguna parte. Oh, espera, puedes jugar con la anorexia y la bulimia. Eso mejorará tu vida si ya tienes problemas con tu imagen. No.
La mayoría de la gente no tiene problemas con decidir qué comer, sino la dificultad para controlar qué, por qué y como comen. Son las emociones, estúpido. Y este libro carece de ellas.
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Ramón Pérez   A eso me refería con el tono. Ferriss es el geek definitivo: todo puede y debe convertirse en un procedimiento detallado, y el estilo antes que la sustancia el 90% del tiempo. No necesitas ser excepcional si puedes hacer una buena aproximación. Y eso es lo que veo el 90% en Twitter, Facebook y demás, y es una de las cosas que me preocupa acerca de cómo la tecnología se está desarrollando. Básicamente, estamos cogiendo a frikis casi amorales y socialmente ineptos (ineptos en el sentido de carecer de empatía, un buen desarrollo emocional y autoestima) y los estamos entronizando como modelos de conducta porque, desde la burbuja de las dot-com, ser un friki tecnológico es un buen modo de ganar cantidades indecentes de dinero. Así que coges a un completo subnormal como Mark Zuckerberg y todo el mundo y su puto perro se postran a adorarle. En serio, sólo una generación de putos frikis puede ver Mad Men y pensar que Don Draper es digno de admiración, un modelo de conducta. El día que vi a gente con un trastorno de personalidad ser un objeto de admiración, es el día que se confirmaron mis ideas sobre el narcisismo.Claro que no hay emociones, este tío no ha encontrado aún un algoritmo para tratar con ellas, porque aún no debe haber descubierto a Goleman, e incluso si lo ha hecho, los aspectos emocionales de nuestras vidas difícilmente pueden ser «hackeados» porque se construyen sobre hábitos que requieren mucho tiempo para cambiarse. Mucho tiempo.Aparte, si tú eres de Murcia y yo de Granada, ¿por qué demonios estamos discutiendo esto en inglés? XD
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Begoña    ¡Lo hacemos por el bien común! SI quieres, podemos echar una moneda y el ganador / perdedor convierte esta conversación en un post de blog en español  ;-P
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Y la cosa es que yo perdí, así que Begoña decidió. Además de eso, Diana añadió un interesante enlace de una chica (Penelope Trunk) que odia a Tim Ferriss conociéndole personalmente y tal. Hay más discusión, pero he descubierto que traducir es un trabajo muy duro que me da una pereza espantosa.

Así que venga, ¿cuál es el problema? El problema es que, en realidad, ambos tenemos razón. No es un problema porque los dos podemos estar en desacuerdo y no sentirnos amenazados. Quiero fijarme en 2 cuestiones: ¿podemos desligar una obra de su autor? ¿Y dice algo este libro sobre la sociedad a la que se vende?

Begoña se siente legítimamente agredida por este tío. Y tiene razón en todo. Ferriss es, probablemente, una especia de frikibot que, en presencia de una chica como ella, se pondría a ejecutar algoritmos de apareamiento. Puede que funcionen, puede que no. Y al vender con éxito este libro, puede persuadir a otros de que el medio importa más que el fin.

A mi me da igual por varias razones: una es que no soy una chica, de modo que para mi es más fácil ignorar cómo a lo largo del libro las trata como objetos. La otra es que yo, desde siempre, he separado totalmente a los autores de sus obras. A mi me da igual si Freddy Mercury era una buena persona o un absoluto hijo de puta. Queen es la banda de música más grande que hay. ¿Por qué no habría de disfrutar del trabajo de un autor porque sea un capullo? No voy a tratar con él en la mayoría de casos. De modo que mi primer instinto sería decirle a Bego que no tiene razón, como respuesta a la primera pregunta. Sí, podemos y debemos – a la hora de juzgar una obra – separarla del autor. De lo contrario, podríamos odiar a Quevedo porque era un antisemita., y odiar a los judíos está mal, ¿no?  Es lo que hacía Hitler, ¿verdad?

Sin embargo tiene razón porque ella no entra a juzgar si el libro es verdaderamente útil o no (a fin de cuentas lo ha leído por encima y no ha puesto ninguno de sus consejos en marcha). Lo que sí, hace, y muy bien, es explicar por qué lo que se trasluce del autor le resulta repugnante. Y en eso coincido con ella, porque yo creo que Ferriss es un geek asqueroso y un ejemplo quintaesencial del narcisismo social del que tanto he escrito.

Ferriss nos enseña, básicamente, que todo es un algoritmo al servicio de la molonidad. No nos equivoquemos, en el fondo lo somos, (algoritmos), igual que nuestros cuerpos. Nadie es tan único ni tan impredecible que no se sujeta a ciertas reglas de conducta. Si no, ¿cómo podríamos tener psicología? ¿O medicina? Lo que pasa es que Ferriss no se da cuenta de que el resto de la gente no son extras en su película. Los libros de Ferriss tratan sobre cómo ser Ferris Bueller, sobre cómo ser el protagonista de una película en la que todo el mundo es un secundario y tú haces lo que te sale de la polla sin preocuparte por ellos, porque son putos extras. Nadie importa, lo que importa es que tú moles, pero como se mola en las pelis: con un montaje corto de entrenamiento y a molar, que es lo importante. O sea, nada de joderse durante años aprendiendo a ser el mejor, cuando hay un atajo que te permite parecer mejor sin toda la castaña y la frustración de serlo.

Los frikis han llegado y se han adueñado del mainstream, y si no, mirad The Big Bang Theory y escuchad a la gente babear diciendo cuánto mola Sheldon Cooper cuando en realidad lo que necesita Sheldon es un montón de farmacología y que no le dejen vivir con nadie, nunca, en el mismo piso. Y eso es malo, muy malo, sobre todo si eres una chica, claro. A mi me da mucha cosa, la verdad.

Los frikis nos enseñan que la identidad virtual es más importante que la real, porque en la red una persona puede parecer mucho más interesante y competente que en la realidad. En la red tienes tiempo de pensar lo que has de decir, la higiene no es un problema, nadie es tartaja, y de hecho, puedes tener el aspecto que quieras. Ferriss trata de extrapolar esto a la vida real, porque cree que la realidad es como Internet, donde basta con poner un enlace a la Wikipedia para que parezca que sabes de algo, o que tienes razón, o lo que sea.

Y este es el problema con los geeks: la cultura geek es terriblemente narcisista, porque está convencido que la superficialidad basta, y es más cierto conforme nos volvemos más superficiales gracias a que, probablemente – ojo, esto es una hipótesis sin verificar -, nos volvemos más incapaces de mantener la atención y procesar de manera profunda porque nuestro cerebro se adapta a pensar en el formato que le damos de comer todos los días. Malas noticias para los que estamos muy conectados.

Ferriss no es una causa, pero es un síntoma. Y llevo muchos muchos posts hablando de ello. Así que lo siento, Begoña, espera ver más y más Ferriss de la vida echándote la caña, en los bares, en el trabajo, y cosas así. Porque además, el hecho de que – por suerte – las mujeres usan Internet tanto como los hombres convence a muchos de estos frikis de que es gracias a ellos y que todo esto funciona. Y cuando les digas que son unos imbéciles, su sesgo de confirmación – que todos tenemos – y su propio narcisismo te descartarán como una aberración estadística, convencidos de que algo como Twitter puede ser un medio de transmitir ideas verdaderamente relevantes (no, no lo es a no ser que seas Alain de Botton), y de que el que mucha gente le de a Me gusta significa que es algo bueno.

Hay más que decir sobre esto, pero en parte lo he dicho ya en otros sitios y además mi amor me dice que ha hecho la cena. Uno no pasa de una llamada así.

¿Nos hace Facebook unos solitarios? 2: Electric Bugaloo

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Esto es como el chocolate para los enanos.

Vamos a atacarlo.

Hablar de las redes sociales y el daño que hacen es, como siempre, un ejemplo fantástico de cómo en realidad (o sea, en la realidad que creamos en nuestros cocos), nada es culpa nuestra.

Las redes sociales son una herramienta. En sí, darles una intención o una capacidad es humanizarlas más allá de lo que son. Que es nada.

La gente no abandona sus relaciones personales por las redes sociales. En primer lugar, porque la adicción a las redes sociales está amplia, muy ampliamente, sobrevalorada y sobrediagnosticada. En la entrada anterior de esta breve serie ya desmontábamos esos datos sobre el aumento de la soledad. Pero claro, la narrativa que ellos proponen es más bonita.

En realidad, muchas personas con una intensa actividad en las redes sociales son gente con una intensa vida social cara a cara. Por supuesto, también hay enormes solitarios que sí son muy activos en las mismas. Porque no hay relación alguna, aparte de la que queremos crear. Lo que sí puede haber cambiado es cómo nos comportamos en nuestras interacciones sociales.

Una cosa que sí he observado, en mí y en los demás, es el grado de «presencia» que a veces puede haber en una reunión. Me ha pasado muchas veces estar en una reunión con más personas y ver a algunos más pendientes de su móvil que de lo que ocurre. He visto a gente tweeteando (no sé por qué me parece que esto pasa más con Tweeter que con Facebook), narrando el evento mientras ocurre. Esto simplemente indica una cosa: no estás presente del todo.

Creemos que tenemos una buena capacidad de multitarea, pero nos engañamos. Si estamos tweeteando las cosas que alguien dice en una fiesta, estamos perdiendo la continuación de esa situación. Estamos interrumpiendo algo que es delicado y fácil de perder, como es la conexión con otra persona. De hecho, he estado comiendo con una consultora con la que colaboro mucho, y a veces casi tengo que enfadarme con ella para que deje en paz la puta Blackberry con los putos emails y demás chuminadas de la red. Porque no está ahí, aunque parezca que contesta. He visto a gente en un bar pensando en cómo contar lo que alguien acaba de decir. Me ha pasado a mi.

¿Y esto por qué es? ¿Es por la capacidad intrínseca de las malvadas redes sociales de crear adicción? Es un fenómeno muy sencillo que se llama programa de refuerzo de razón variable aleatoria. Y es la misma razón, en realidad, por la que la gente se engancha a las tragaperras.

Las redes sociales dan algo que queremos: entretenimiento suministrado por nuestros amigos, y refuerzo social cuando alguien nos da la razón, nos dice que molamos, y cosas así. Claro, cada vez que consultas el móvil, puede que haya novedades, puede que no. Cuando suena una notificación – en serio, ¿cómo pretendéis hacer nada cuando le dáis a todo el mundo carta blanca para interrumpiros? – puede que sea interesante o puede que no. No lo sabes, tienes que mirarlo.

Lo triste es constatar que la mayoría de nosotros, aparentemente, no podemos competir en interés con muchas otras personas cacareando a la vez en Internet. No podemos, y esto nos desespera. Así que le echamos la culpa a las redes sociales, en vez de aceptar el hecho de que, muchas veces, no somos tan interesantes para nuestros amigos.  Y que, simplemente, antes estaban contigo y no tenían escapatoria. Ahora pueden, sobre todo si no están a solas contigo, escapar y ver si alguien ha dicho algo gracioso. O decirlo ellos, y que otros se lo jaleen. Tú no estás mal, pero de todos modos estás ahí y no te vas a ir. ¿Y si mientras alguien está contando algo chulo?

Antes estábamos encerrados los unos con los otros. Ahora podemos estar con gente, y a la vez leer sobre todas las cosas chulas que hacen otros a la vez. Esto es más agudo aún cuando tienes grupos de amigos separados por cientos de kilómetros entre sí. Puedes sentirte inquieto y ansioso todo el tiempo, porque en cualquier momento puede llegar algo interesante. Esta activación continua nos gusta, y nos desconecta. Tratamos de estar en varios sitios a la vez. No podemos.

El día 27 empezamos el fin de semana del convite de mi boda con Nur. En vez de hacer un convite al uso, pillamos una masía fantástica y pasamos el fin de semana con los amigos que quisieron y pudieron venir. Y fue memorable, absolutamente memorable y fantástico. Para la mayoría, si no todos, la mejor boda en la que hemos estado. Y hubo una cosa curiosa: no había (aunque debería haber) apenas cobertura móvil ni acceso a Internet.

Evidentemente, no soy tan subnormal de afirmar que «todos lo pasamos muy bien porque no podíamos mirar Facbook, derp, derp.» Y si alguien lo afirma, pues eso. Es una idiotez. Pero sí observé una cosa: todo el mundo, especialmente algunas personas, estaba mucho más presente. Y creo que eso sí contribuyó a lo bien que todos encajaron entre sí, y a la calidad de ese fin de semana. Eso, y que las 25 personas que acudimos éramos buena gente, que era una ocasión gozosa, y… y muchas razones más. Veremos si el año que viene podemos replicar el éxito 😉

Por ahora, llego hasta aquí. Una cosa que mi amada esposa (qué cosa tan curiosa de escribir ahora, ¿verdad?) me comenta es que echa de menos cuando hablaba de mi. O sea, cuando las entradas de este blog eran más una bitácora en la que hablaba de las cosas que me pasaban y menos un púlpito desde el que desvarío sobre temas y los analizo y pedorreo sobre psicología. Y eso me ha hecho pensar más. Y con suerte, aprovechando que andamos de vacaciones, quizá eso se traduzca mañana en alguna de las entradas que tengo a medias sobre este momento que estoy viviendo. Porque aunque creo que no lo menciono mucho (y esto sí se debe más a mi actividad en las redes sociales), me he casado en la MEJOR BODA DE LA HISTORIA. Y además voy a ser padre ya mismo. Casi nada.

Y eso

¿Nos hace Facebook unos solitarios?

Hace un tiempo, cuando publicamos aquí la última entrada (en abril, qué cosas), un amable lector que firmaba como bandujo dejó este enlace. The Atlantic es… bueno, es difícil de clasificar. Baste decir que es la clase de revista que a menudo me da artículos sobre narcisismo ya hechos, porque es un panfleto superficial. Y que tiene un público muy claro.

Sin embargo la idea es interesante porque liga con experiencias que he tenido y sobre las que he discutido recientemente. De modo que vamos a comentar el artículo por un lado, hablar de mi libro por el otro, y a ver a dónde nos lleva.

El artículo empieza como es habitual con una anécdota superficial que en realidad no demuestra ninguna de las conclusiones a las que el artículo pretenderá llegar. Yvette Vickers, ex-modelo Playboy y conocida por su papel en El Ataque de la mujer de 50 pies de altura se muere en su casa y tardan casi un año en darse cuenta y hallar su cuerpo. Eso sí, la señora estaba conectada a Internet, y cuando investigaron sus facturas de teléfono descubrieron que hacía muchas llamadas, pero no a personas cercanas sino a fans que había conocido en convenciones y mediante las redes sociales. O sea, que era una señora vieja que en vez de pudrirse abandonada en su casa, podía al menos contactar con otras personas. Pues vale. Por cierto, esta historia no lleva a ninguna parte ni dice nada más.

A continuación el artículo se explaya sobre el enorme gasto / inversión que se ha hecho en tirar cables para que todo el mundo tenga una conexión a Internet más rápida y potente (aunque esto no tiene que ver con Facebook porque, como el artículo reconoce, se hizo para acelerar 3 ms las transacciones bursátiles, y además, uno no necesita fibra óptica para el uso habitual de Internet). De ahí salta a la conclusión de que estamos más alienados que nunca, porque (cuando se escribió el artículo) Facebook tenía 845 millones de usuarios y hay muchos «me gusta» diarios y usando métricas en Internet uno puede demostrar lo que se quiera. Sobre todo usando el cliché de «empresa muy grande» = «el mal absoluto.»

Al fin se mete a dar algunos datos que pueden tener alguna relación con el supuesto contenido del artículo: el número de hogares donde vive una sola persona ha aumentado. Matiza que los datos muestran que es la calidad de las interacciones y no su cantidad lo que determina si eres verdaderamente un solitario, para a continuación decir por sus cojones «hemos de reconocer igualmente que no sólo aumenta el aislamiento, sino la soledad también, y la soledad nos hace miserables.» Pero lo dice así: aunque los datos no soportan mi hipótesis, la realidad es la que yo digo que es.

¿Os suena de algo? Si lo estás leyendo, es para ti.

Esto es así porque, como tiene que reconocer, los «nuevos estudios» sobre la soledad en realidad no son concluyentes.  Así que vuelve a afirmar, porque sí, que nos reunimos menos con gente, que salimos menos, y añade un dato que menciona que los americanos creen que tienen menos personas de confianza con las que hablar de cualquier cosa.

¿Primera conclusión? Fíjate cómo ha aumentado el número de psicólogos y otros profesionales de la salud mental y el bienestar. Uy, ha subido mucho porque «hemos externalizado nuestro bienestar diario.» Ojo al parche. No tendrá que ver con que la población general ha aumentado, con que la población que puede estudiar ha aumentado, o que, por ejemplo, ahora los negros también pueden ir a un terapeuta. No, es porque estamos muy solitos.

Por supuesto, la soledad tienen consecuencias para la salud y el autor las enumera todas. Y además, añade, los americanos (y por extensión los occidentales, porque God Bless America y tal) pagamos mucho dinero para estar solos: nos mudamos a suburbios alejados del centro, y además «la soledad tiene mucho que ver con el espíritu de los pioneros americanos.» Ahora es cuando me tienen que rematar. No, esperad a que lleguemos a hablar de este tío.

Tras petardear un poco más se mete en harina y cita un estudio de «Australia» (no referencias, no enlaces, ni universidad) que muestra que la gente que usa Facebook (la mitad de la población), reporta menos aislamiento social y en cambio reporta más aislamiento de sus familias. Otro estudio dice que Facebook ayuda a tu capital social si te lo curras un poco y compones comunicaciones escritas, en vez de simplemente darle al «me gusta.» Escribir en tu muro y darle a «me gusta» sin interactuar más parece aumentar la soledad y correlaciona con un incremento marginal en depresión.

Y sin embargo esta investigación tampoco soporta la idea de que Facebook cree soledad. La gente solitaria en Facebook lo es también fuera de Facebook, y ya lo traía puesto.

Tras toda esta pollardez, el autor finalmente se refiere a John Cacioppo, que ha publicado en 2008 un libro llamado Loneliness. Cacioppo muestra que la soledad prolongada tiene efectos fisiológicos negativos. También afirma que las amistades en Facebook tienen un efecto atenuado, no equivalen a la realidad. La conclusión de Cacioppo (por más que el autor trata de retorcerla para adaptarla a lo que quiere conseguir) es que Facebook es, como los coches, una herramienta, que puede o no aumentar nuestras redes de apoyo según cómo lo usemos.

Hemos pasado el 90% del texto y todavía el autor no ha podido presentar un sólo estudio concluyente en la dirección de su artículo. Entonces entra la falsa responsabilidad personal.

El autor comenta que claro, en la tienda nadie le obliga a evitar interactuar con la cajera y otros clientes en vez de usar la máquina de autopago. Que lo hace porque las interacciones humanas son complicadas. Y claro, Facebook y Twitter y similares las simplifican. Es fácil usar Facebook.

Claro, según este autor (recordemos que esto lo saca de la manga) el precio a pagar por tener una socialización más simple es que continuamente tratamos de dar una imagen de que nuestra vida es súper apasionante. Y ese fingimiento es agotador. Cuanto más feliz pretendes ser, menos feliz eres.

Por supuesto encontraron una correlación entre Facebook y narcisismo. Obviamente. Como ejemplo: «mirá cuán casualmente posteo estas fotos de una fiesta, en la que en realidad tiré 300 fotos.»

Esta es la web del autor. A ver qué os dice su cara. Hablamos más en la próxima entrada.