Para entender qué es lo que hace falta para cambiar, es necesario entender primero cuántas cosas gobiernan nuestra conducta de las que no somos conscientes. A menudo, son todas.

Desde el principio de, básicamente, todo, hemos tratado de usar metáforas para explicar cómo funciona nuestra mente. Hay muchas preguntas fundamentales que contestar, entre otras:
- Quién soy yo.
- Por qué estamos aquí. ¿Hay un por qué?
- ¿Por qué a menudo hago aquello que sé que no es correcto, y dejo de hacer lo que sé que es correcto?
Esta última es la que nos atañe. Para responderla en esta serie de entradas usaremos muchas obras de referencia, pero las dos principales serán Cambia el chip, de Chip y Dan Heath, y The Happiness Hypothesis, de Jonathan Haidt. El modelo del Jinete y el Elefante viene de la obra de Haidt, mientras que los hermanos Heath nos darán muchas de las estrategias que perfilaremos.
Volvamos a las metáforas de la mente. Imágenes ha habido muchas, que vienen a significar lo mismo: nuestra mente no es una, sino varias partes, y a menudo estas partes están en conflicto. El primero en formular una (que es la que usaremos, aunque algo modificada) fue Buda, que decía que antes su mente era dispersa e iba tras cualquier deseo o pensamiento lujurioso, pero que después era como un elefante amaestrado por su jinete. Platón decía que la mente era como un auriga conduciendo un carro tirado por dos caballos, el de la derecha representando las emociones nobles y dócil a su conductor (que es la parte racional), y el de la izquierda un bruto salvaje, propenso a desviarse y desobedecer yendo tras los impulsos más bajunos.
Más recientemente, Freud decía que la personalidad se componía de tres partes: el id (ello), que representaba todo lo que era instintivo y deseaba el placer, el superego (superyo), que simbolizaba todo aquello que era cultura, normas, inhibiciones y el ego (yo), que sería la parte consciente de nuestra mente. La mejor metáfora del psicoanálisis freudiano que existe es imaginar la mente como un carruaje victoriano donde el yo es el conductor, el ello es el caballo que intenta ir a su aire, y el superyo es el padre del conductor, que se sienta como pasajero y se pasa todo el rato diciéndole al conductor cómo debería hacer su trabajo y por qué es un fracaso como cochero. Aunque el psicoanálisis no tiene validez como modelo de la personalidad, la metáfora es potente.
Tiempo después, los psicólogos sociales, al igual que los economistas, se enamoraron de la idea del ser humano como tomador racional de decisiones. El problema con esa aproximación es que no puede explicar por qué nos pasamos el día haciendo cosas rematadamente idiotas, y contrarias a nuestro beneficio. De esa problemática y del auge de la neurociencia nace el estudio de los sesgos y los procesos irónicos, del que ya hemos hablado antes.
Y para entender cómo y por qué nos jodemos la vida y cómo podemos dejar de joderla, hemos de entender que nuestra mente está, por así decirlo, en guerra consigo misma, y que no todas las partes funcionan armoniosamente. Y que la parte más racional es como el jinete de un elefante tratando de obligar al animal a ir por donde quiere: si no sabe lo que hace, se ve impotente ante la enorme masa del animal. Lo que acabamos teniendo a menudo es al elefante corriendo de estampida, mientras arrastra al jinete.
Para darle más gracia a todo, resulta que además el elefante no es un animal alegre y jocundo, sino que es un pesimista perpetuamente ocupado en ver amenazas en todo, y en preocuparse por absolutamente todo.
Nuestras mentes están divididas a 4 niveles. No es que esto sea así literalmente, pero estas metáforas nos serán útiles para entender lo que necesitamos entender. Y esas divisiones serán el objeto de las primeras entradas de la serie, porque hemos de entenderlas para poder combatirlas y aprovecharlas.
- Mente contra cuerpo (o sistema nervioso autónomo contra sistema nervioso central).
- Izquierda contra derecha (o cómo la lateralidad de los hemisferios cerebrales nos afecta).
- Viejo contra nuevo (o cómo las estructuras más antiguas evolutivamente hablando del cerebro trabajan con y contra las más recientes).
- Controlado contra automático (o sea, procesos conscientes contra los inconscientes).
Y podremos ver cómo funcionan estas divisiones con 3 ejemplos muy concretos, que todos hemos pasado muchas veces en nuestras vidas: los fallos del autocontrol, los pensamientos intrusivos y la imposibilidad de ganar una discusión.
No descansamos ni en Navidad. Permanezcan atentos.
En alguna ocasión te escuché negar la validez del psicoanálisis, pero sin embargo sueles referirte a cuestiones inconscientes en nuestra conducta. Cuál es la diferencia entre el uso de la palabra «inconsciente» que hace el psicoanálisis y la que vos le das?
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Cuando hablamos de conductas inconscientes hablamos de hábitos, conductas que hemos aprendido a realizar de manera automática eh ciertos momentos y contextos, en respuesta a un estímulo determinado.
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